Muchos santafesinos tal vez hayamos pasado mil veces por su puerta y nunca nos detuvimos ni siquiera a mirar para adentro. Al fin nos animamos a entrar y conocimos un pedazo de su historia.
La puerta de acceso es casi una medialuna vidriada que permite entrar por la derecha o por la izquierda. Una vez adentro su belleza impacta. Es verdad que una manito de pintura no le vendría nada mal, pero el tiempo y la nostalgia no lograron opacar el brillo del viejo bar. Sentados en la última de las veintipico de mesitas, bien al fondo, al lado de los billares, se puede ver la nobleza del edificio. Sus seis columnas sosteniendo las vigas pintadas de marrón, contrastan perfectamente con el resto del salón totalmente beige. Al lado de un gran espejo de “Cigarrillos American Club”, está parada Amelia. La dueña y señora del lugar. Ella nos cuenta con añoranza cómo empezó la historia, allá por 1915 en la esquina de Crespo y Rivadavia. En realidad el Tokio estaba en esa esquina, luego se mudó a su lugar actual, donde existía la confitería “París”. En su momento había tres bares con el mismo nombre. El Tokio Norte, el Central y el Sur. Su primer dueño fue un japonés de apellido Hirai y a fines de los años ’30 la familia Higa (tal el apellido de Amelia) lo compró. Ella recuerda los viejos tiempos, cuando se hacían tres proyecciones de películas diarias y los feriados se agregaba matinée. También la terraza del bar fue utilizada en ocasiones para veladas de box. La mujer recuerdacómo era la Plaza España en aquellos años y lamenta su estado actual, totalmente abandonada. Dice que ya casi no le quedan ganas de seguir con el Bar. Está cansada. Por eso le recomendamos, si anda por el lugar, no tenga dudas. Entre al Tokio Norte y tómese un cafecito…o un vermouth. A lo mejor, hasta consigue que Amelia le cuente alguna historia más…
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